Por D.D. Emmons, OSV News (OSV News) -- Cada año, el 5 de agosto, el calendario litúrgico de la Iglesia conmemora la dedicación de Santa María la Mayor (en italiano, Santa Maria Maggiore), una de las cinco grandes basílicas antiguas de Roma y el lugar que el Papa Francisco eligió para ser sepultado. ¿Por qué ese acontecimiento es una fiesta para la Iglesia universal? ¿Qué relación tenemos con la dedicación de un edificio que tuvo lugar en Italia hace más de 1500 años?
La historia de esta iglesia tiene sus raíces en el papel de María como Madre de Dios. Su historia comienza con una leyenda del siglo IV.
Según esta leyenda, en el año 350 d.C. en Roma vivía un matrimonio rico y sin hijos que, al morir, quería que sus bienes terrenales se utilizaran para honrar a la Virgen María. Rezaron fervientemente para pedir orientación divina. María se apareció al marido en un sueño y le pidió que construyera una iglesia en un lugar donde nevara en pleno verano.
La pareja informó rápidamente de la petición de María al Papa Liberio (que reinó entre 352 y 366), quien afirmó haber tenido un sueño similar. El 5 de agosto, en pleno calor del verano, nevó milagrosamente en una zona de Roma llamada Colina Esquilina, definiendo el plano de la iglesia.
Aquí, según concluye la leyenda, se construyó la primera iglesia cristiana en honor a la Virgen María. Se llamó Basílica Liberiana en honor al Papa Liberio.
Las pruebas arqueológicas y de otro tipo sugieren que la leyenda no tiene base histórica. No se hace ninguna mención de la historia hasta varios siglos después, ni siquiera la inscripción dedicatoria de San Sixto III, colocada en la iglesia en el siglo V, dice nada al respecto.
Sin embargo, esta basílica, reconstruida y magníficamente adornada a lo largo de los siglos, ha sido un punto de encuentro para papas y laicos, romanos y peregrinos, para venerar la maternidad y la vida de la Santísima Madre.
La reconstrucción y ampliación de la basílica original se llevó a cabo tras el Concilio ecuménico de Éfeso, celebrado en 431. Esa asamblea fue convocada específicamente para resolver una controversia sobre el título de María como Madre de Dios.
Nestorio, que se había convertido en patriarca (arzobispo) de Constantinopla en 428, había utilizado su prominente posición para predicar la doctrina herética de que María era solo la Madre de Cristo ("Christotokos"), y no la Madre de Dios ("Theotokos", literalmente, "portadora de Dios").
Él y otros afirmaban que había dos personas separadas, una humana y otra divina, dentro de Jesucristo, y que la persona humana nacida de María -- que fue crucificada, murió, fue sepultada y resucitó -- no era divina.
En consecuencia, Nestorio y sus seguidores argumentaban que María no podía ser llamada "Madre de Dios", porque era solo la madre de la persona humana en Jesús, no de la persona divina.
El líder de la oposición a la herejía nestoriana fue San Cirilo, patriarca de Alejandría, Egipto. Cirilo ayudó a aclarar la comprensión de la Iglesia de que Jesús no es dos personas. Más bien, nació como una sola persona en la que se unen dos naturalezas, una plenamente humana y otra plenamente divina. Esa única persona es el Hijo divino y eterno de Dios.
Cuando María dio a luz al Verbo Hecho Carne, estaba dando a luz a esa única persona divina en dos naturalezas. Por lo tanto, María es llamada con razón Madre de Dios.
Esta controversia llegó a su punto álgido en el Concilio de Éfeso, celebrado entre junio y julio de 431. Allí se reunieron cerca de 200 obispos. Depusieron a Nestorio y declararon que María es verdaderamente la Madre de Dios.
La decisión del concilio fue ampliamente aclamada y aumentó la veneración de María en toda la cristiandad. En su Magnificat, María había dicho: “Desde ahora todas las generaciones me dirán feliz” (Lc 1, 48). Ahora, y por toda la eternidad, no solo sería llamada bienaventurada, sino que sería debidamente conocida con el nombre de la más alta dignidad, Madre de Dios.
Aunque el Concilio de Éfeso condenó oficialmente a Nestorio y la herejía que promovía, la controversia siguió enconándose. En consecuencia, el Papa San Sixto III (m. 440), que se convirtió en pontífice un año después de la finalización del concilio, comenzó inmediatamente a reconstruir la Basílica Liberiana. Una vez terminadas las renovaciones, la dedicó a María, Madre de Dios.
Esta acción del Papa Sixto reafirmó aún más la aprobación de la Santa Sede de la declaración dogmática del Concilio de Éfeso. También vinculó para siempre esta basílica romana a la maternidad divina de Nuestra Señora.
Durante un tiempo, la basílica fue conocida como Santa María de la Cuna, después de obtener una reliquia de la Santa Cuna, que se cree que es aquella en la que fue acostado Jesús en su nacimiento. Esta reliquia fue llevada a Roma por refugiados cristianos de Tierra Santa que huían de la invasión musulmana del siglo VII. La basílica sigue acogiendo cada año, el día de Navidad, una procesión de la Santa Cuna.
Tras su elección en 1566, el papa San Pío V tuvo la responsabilidad de aplicar y hacer cumplir las decisiones del Concilio de Trento (1545-1563), que incluían la condena de los errores protestantes y la afirmación de María como Madre de Dios. En respuesta a la Reforma protestante, comenzó a extenderse entre los fieles católicos una renovada y creciente devoción mariana.
Con el fin de perpetuar esta renovación, el Papa Pío introdujo la fiesta de la Dedicación de la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves en el calendario litúrgico de la Iglesia, lo que enfatizó aún más y honró continuamente la maternidad divina de María. Aunque esta festividad se celebraba desde hacía mucho tiempo en Roma, no formó parte del calendario universal hasta 1568.
Para conmemorar este acontecimiento, cada año, el 5 de agosto, se lanzan pétalos de rosas blancas desde la cúpula durante la misa festiva.
La basílica fue completamente restaurada y renovada en el siglo XVIII. Su fachada actual y la mayor parte de su decoración interior datan de este periodo. Aun así, todavía conserva elementos de sus orígenes, como varias columnas de mármol y varios mosaicos del siglo V. También cuenta con un campanario medieval de 73 metros, el más alto de Roma.
La iglesia recibió finalmente el nombre de Santa María la Mayor porque es la más grande y eminente de las 26 iglesias que hay actualmente en Roma dedicadas a la Santísima Virgen. En 1969, tras el Concilio Vaticano II, el nombre de la celebración del 5 de agosto se revisó y pasó a ser “Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor”.
Al mismo tiempo, la fiesta fue identificada como memoria facultativa, lo que significa que la celebración no es obligatoria, sino que queda a discreción del sacerdote que ofrece la misa. La festividad se proclama siempre en Roma.
Dado que Santa María la Mayor es una basílica patriarcal, contiene un altar papal que solo puede utilizar el propio Papa o un sacerdote al que él haya dado permiso especial. Por costumbre, el pontífice celebra aquí la misa cada año en la fiesta de la Asunción de María, el 15 de agosto.
En la iglesia se conservan algunas reliquias de la verdadera cruz, guardadas en un relicario en forma de cruz del siglo XIV. Una urna en el altar contiene las reliquias de San Mateo y otros mártires de la antigüedad.
Aquí está sepultado San Jerónimo (c. 341-420), doctor de la Iglesia que tradujo por primera vez toda la Biblia al latín. También están enterrados aquí varios papas, el más reciente de los cuales es el Papa Clemente IX, sepultado en 1669.
El Papa Francisco dijo que quería ser enterrado en Santa María la Mayor debido a su devoción por María, que expresaba a través de su especial afecto por el famoso icono de la basílica de la Virgen María, conocido como "Salus Populi Romani" ("Salud del pueblo romano"). Este nombre proviene de un milagro en el que el icono ayudó a proteger la ciudad de la llegada de la peste. La leyenda atribuye esta obra a San Lucas Evangelista, pero la mayoría de los estudiosos coinciden en que data del siglo XIII.
El Papa Francisco se detenía a rezar ante el icono antes y después de sus viajes papales. Santa María la Mayor fue también el primer lugar que visitó la mañana después de ser elegido Papa.
La basílica recuerda a los cristianos a lo largo de la historia que han creído y siguen creyendo que la joven judía llamada María, elegida entre todas las mujeres para ser el tabernáculo carnal de Jesús, es verdaderamente la Madre de Dios.
Esta creencia es una verdad establecida, un dogma de la fe católica. La basílica de Santa María la Mayor se erige como símbolo terrenal de esa importante realidad.