(OSV News) -- Los cristianos saben que la vida de un discípulo no será fácil. Cristo no anduvo con rodeos al hablar sobre este tema, diciendo a sus discípulos que deben asumir los sufrimientos de la vida en forma de pena de muerte, que más tarde se utilizaría para quitarles la vida: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame" (Lc 9,23).
¿Qué sentido tiene para los cristianos las cruces que llevan? La pregunta de por qué existe el sufrimiento encuentra su respuesta en la transformación del sufrimiento que Cristo realiza a través del amor. La cruz de Cristo da sentido a la nuestra, de ahí el atractivo universal de devociones populares como las Estaciones de la Cruz.
Las Estaciones de la Cruz, también conocidas como el Viacrucis, tienen sus raíces en los franciscanos, quienes ayudaron a reconstruir los lugares cristianos de Tierra Santa después de las Cruzadas medievales. Dada la prominencia de la pasión de Cristo en la espiritualidad franciscana, la orden alentó a los peregrinos en Jerusalén a recorrer el camino de Cristo hacia el Calvario. Aunque comenzó como una devoción piadosa, su importancia a través del tiempo en la vida cristiana hizo que la devoción se extendiera. Con el tiempo, el papa otorgó a los franciscanos el privilegio de erigir "estaciones" de la cruz para la devoción popular en parroquias de todo el mundo. Eventualmente, el papel de los franciscanos fue desapareciendo, y, sin embargo, es difícil encontrar un edificio o complejo parroquial que no tenga las Estaciones de la Cruz.
La realidad universal del sufrimiento hace que las devociones que inspiran la meditación sobre la pasión y muerte de Jesús sean particularmente relevantes en la vida cristiana. Oraciones como las Estaciones de la Cruz se popularizan especialmente en la temporada de Cuaresma. Sin embargo, no deberían necesariamente limitarse solo a ese periodo, ya que las Estaciones de la Cruz se han convertido en una oportunidad primordial para que los fieles comprendan el propósito de sus propias cruces.
Al fomentar la celebración comunitaria del Viacrucis, los sacerdotes tienen el privilegio de acompañar a sus feligreses en esta comprensión. Ayudados por la oración de cada estación, los fieles participan en la experiencia de Cristo -- y de otros, como Pilato, María, Simón, Verónica, las mujeres de Jerusalén, o aquellos que crucificaron al Señor. De esta manera, devociones como las Estaciones de la Cruz ayudan a los fieles a apropiarse de los frutos del sufrimiento cristiano.
Tiene sentido, entonces, que aquellos que se han "revestido de Cristo", convirtiéndose en miembros de su cuerpo a través del bautismo -- un vínculo renovado y fortalecido en cada recepción de la Sagrada Comunión -- esperen nada menos que compartir la propia pasión y la cruz de Cristo. A la luz de la pasión de Cristo, también tiene sentido entender el propósito del sufrimiento enraizado en el amor. "Si realmente quieres amar a Jesús", señaló Santa Gemma Galgani, "aprende primero a sufrir, porque el sufrimiento te enseña a amar".
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Jn 3,16). Dios es amor, y el amor es la fuente de todo lo que es. "El amor es también", escribió el Papa San Juan Pablo II en su encíclica sobre el sufrimiento, "Salvifici Doloris", "la fuente más plena de la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Esta pregunta ha sido dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo" (No. 13). Por amor, Cristo se entregó así mismo completamente, incluso hasta la muerte, entregando su espíritu en obediencia a la voluntad del Padre (ver Lc 23,46).
El sufrimiento y la muerte de Cristo tienen un valor incalculable y un propósito inmenso, mediante los cuales Dios nos rescató de la esclavitud del pecado y la muerte. De la misma manera, nuestro sufrimiento, porque, como lo describió San Juan Pablo II, "Todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo" ("Salvifici Doloris", No. 19).
El arzobispo Fulton J. Sheen escribió: "La gran tragedia del mundo no es lo que la gente sufre, sino cuánto pierden cuando sufren. Nada es tan deprimente como el dolor desperdiciado, la agonía sin un significado o propósito último". Las Estaciones de la Cruz hacen real cada aspecto imaginable del sufrimiento humano que estuvo en plena exhibición durante la pasión de Cristo. Y nos enseñan a ver el fruto del sufrimiento.
En su camino hacia el Calvario, Cristo experimentó los sufrimientos que experimentan hombres y mujeres comunes todos los días en todo el mundo. No solo mostró cómo lidiar con ellos, sino a través del poder del amor, cómo transformar el poder destructivo del sufrimiento en algo que da vida. En la pasión y muerte de Cristo, San Juan Pablo II escribió que Jesús "ha asumido en sí mismo los sufrimientos físicos y morales de los hombres de todos los tiempos, para que en el amor puedan encontrar el sentido salvífico de su dolor y las respuestas válidas a todas sus preguntas" ("Salvifici Doloris", No. 31).
Meditar sobre las estaciones del Viacrucis expone el corazón sufriente de Cristo, afligido hasta el punto de la muerte" (Mc 1434). En su condena a muerte, Cristo enseña que tenemos la libertad de aceptar las tristezas de la vida. No permite que la condena recaiga sobre él, sino que la elige por amor. Tomando su cruz, Cristo modela cómo aceptar el sufrimiento como un acto de amor en obediencia a la voluntad de Dios.
Cristo cae tres veces en el camino hacia el Calvario. Los sufrimientos debido al pecado en nuestras vidas causan constantemente fracasos. Al caer él mismo, Cristo muestra que, a pesar de la tendencia del sufrimiento a derribarnos, el desánimo puede superarse mediante la dependencia de la gracia de Dios. Cristo nos enseña cómo perseverar a través del fracaso y el agotamiento a través de los cuales inevitablemente conduce nuestro sufrimiento, y ser de un solo corazón y mente en busca de la voluntad del Padre. Tal es el sufrimiento redentor, como dice el viejo dicho: "sin dolor, no hay ganancia".
El camino de Cristo al Calvario ilustra también cómo Dios nos agracia con modelos de amor en medio de nuestro sufrimiento. Pero al igual que Cristo, debemos estar atentos y receptivos a ellos. La compasión, la cooperación, y la generosidad de los demás, como Cristo experimentó en la cuarta, quinta, y sexta estaciones, son ejemplos de cómo el amor guía al amor. Y cuando nos liberamos de nuestros propios sufrimientos, a través del amor, cada uno de nosotros puede ser canal de amor de Dios mediante el servicio, como María, Simón, y Verónica. "Ante el mal, el sufrimiento, el pecado, la única respuesta posible para el discípulo de Jesús es el don de sí mismo, incluso de la vida, a imitación de Cristo; es la actitud de servicio", dijo el Papa Francisco durante la Jornada Mundial de la Juventud en Polonia en 2016.
Dado que el camino de la vida debe pasar por el Calvario, este viaje de amor implica en última instancia que nos despojemos de todo lo que nos separa de Dios y de su voluntad. Al final de su camino hacia el Calvario, Cristo muestra que abandonarnos a las manos de la providencia viene con el desapego de todo poder terrenal, placer, riqueza, y honor. El cristiano debe estar dispuesto a desechar sin vacilación cualquier cosa necesaria para avanzar en el reino de Dios. De esta manera, el sufrimiento es un regalo que nos permite enfocarnos en la nueva vida en Cristo que espera a los creyentes. A través del dolor del sufrimiento, obtenemos la alegría del cielo mismo: la felicidad eterna con Dios, cuyas puertas Cristo abrió para "los muchos".
Al meditar sobre la pasión y muerte de Cristo, a través de devociones como el Viacrucis, se llega a la certeza de que los sufrimientos de la vida pueden unirse a los de Cristo, y así se aprende que el amor es el fundamento del sufrimiento. "El camino es estrecho", dijo San Juan de la Cruz. Quien desee recorrerlo más fácilmente debe despojarse de todas las cosas y usar la cruz como su bastón. En otras palabras, debe estar verdaderamente decidido a sufrir voluntariamente por amor a Dios en todas las cosas, dijo.
El cardenal Joseph Ratzinger, semanas antes de ser elegido papa después de la muerte del Papa San Juan Pablo II, hizo referencia a esto cuando señaló que Jesús no solo nos enseñó a rezar las Estaciones de la Cruz, sino también su significado. "El Camino de la Cruz es el camino de perdernos a nosotros mismos", dijo, "el camino del verdadero amor".
El sufrimiento expresa el desprendimiento total del amor requerido del discípulo. "Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, ese la salvará" (Lc 9,24).