ROMA (CNS) -- Entre los restos de un templo pagano en una isla del río Tíber cuelga una casulla roja que llevó San Óscar Romero de San Salvador.
Cerca de allí hay una reliquia del Beato Stanley Rother, un sacerdote de Oklahoma asesinado por un escuadrón de la muerte en Guatemala en 1981, y una roca dentada utilizada por los agentes de la policía de seguridad polaca que asesinaron al Beato Jerzy Popieluszko en 1984.
En 2002, San Juan Pablo II reconoció la Basílica de San Bartolomé, en la Isla Tiberina de Roma, como santuario de los "nuevos mártires" del siglo XX. Poco después, el gobierno italiano inició una exploración arqueológica de la cripta bajo la iglesia y descubrió los restos de un templo datado en el siglo III antes de Cristo y dedicado a Asclepio, el dios griego de la medicina.
La Comunidad de Sant'Egidio, que cuida de la basílica y del santuario, organizó un acto el 23 de marzo para dedicar un nuevo espacio expositivo entre las ruinas de la cripta como museo y memorial de los nuevos mártires de los siglos XX y XXI.
La inauguración tuvo lugar la víspera de la festividad de San Romero, día en que la diócesis de Roma y muchas otras del mundo recuerdan a los "nuevos mártires" del nazismo, el comunismo, el totalitarismo y la persecución anticristiana.
El cardenal Blase J. Cupich de Chicago, cardenal titular de la Iglesia, dijo a los reunidos: "Aquí, en este espacio sagrado, recordamos las historias y honramos las reliquias de aquellos que, aunque proceden de tierras y culturas diferentes, comparten el vínculo común de que el Evangelio de Jesucristo dio origen a su martirio".
Y, agradeció a la comunidad por incluir al Beato Rother, "el primer mártir de los Estados Unidos y el primer sacerdote nacido en los Estados Unidos en ser beatificado".
El arzobispo Fabio Fabene, secretario del Dicasterio Vaticano para las Causas de los Santos, dijo que el hecho de que la basílica albergue una reliquia del apóstol Bartolomé, así como un breviario utilizado por el padre Jacques Hamel, asesinado en Francia en 2016, es un recordatorio de que "el martirio ha sido una realidad de la Iglesia desde el principio" y es un "signo del amor más grande que un cristiano puede tener por Cristo y por sus hermanos y hermanas".
También anunció que, como parte de los preparativos para el Año Santo 2025, el dicasterio está instituyendo una comisión de "nuevos mártires" que recopilará documentación sobre los cristianos que han dado su vida por su fe en los siglos XX y XXI.
El cardenal Angelo De Donatis, vicario papal para Roma, dijo que es importante que el monumento esté en Roma para que "cada peregrino que venga a rezar ante las tumbas de los mártires San Pedro y San Pablo tenga un recordatorio de que todavía hoy hay personas que dan la vida por su fe".
Al igual que otros oradores, Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant'Egidio, señaló que el santuario y el memorial ilustran lo que el Papa Francisco ha llamado el "ecumenismo de la sangre", o la unidad que los cristianos han experimentado al ser perseguidos por su fe en Cristo y no por su pertenencia a alguna denominación religiosa.
Los mártires homenajeados en la basílica son católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes.
"Los mártires confirman que el corazón de la fe cristiana es dar la vida por los demás", dijo Riccardi.
El cardenal Cupich dijo que "revelan la unidad" de los cristianos a través del tiempo y el espacio, y "tienen el poder de reconstruir la fraternidad entre todos los pueblos".