CIUDAD DEL VATICANO (CNS) -- En su esfuerzo por promover una defensa integral de la vida humana, el Papa Francisco denunció con frecuencia la "cultura del descarte", donde todo aquel que no fuera considerado "útil" era visto como desechable, incluyendo a los no nacidos y a los ancianos.
Sin embargo, al conectar la sacralidad de la vida de los no nacidos con la de los pobres, así como al pedir la abolición global de la pena de muerte, el Papa Francisco fue acusado con frecuencia de debilitar o al menos diluir la oposición de la Iglesia al aborto.
En su exhortación apostólica de 2018 sobre la santidad, "Gaudete Et Exsultate" ("Alegraos y regocijaos"), el Papa Francisco escribió que vivir una vida cristiana implica la defensa tanto de los no nacidos como de los pobres.
"La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada", escribió el Papa Francisco. "Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte".
Al cuestionar si estaba tan comprometido con la erradicación del aborto como sus predecesores, los críticos señalaron en particular la decisión del Papa Francisco en 2016 de reescribir los estatutos de la Academia Pontificia para la Vida, manteniendo su enfoque principal como "la defensa y promoción del valor de la vida humana y la dignidad de la persona", pero ampliando sus áreas de preocupación más allá del principio y el fin de la vida.
Además, durante el Año Santo de la Misericordia 2015-2016, el Papa Francisco otorgó a todos los sacerdotes "la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón". Declaró permanente ese permiso al final del Año Santo, poniendo fin a la práctica de exigir a la mayoría de los sacerdotes obtener previamente el permiso para este tipo de absolución de su obispo local o de la Penitenciaría Apostólica del Vaticano.
Vicki Thorn, la difunta fundadora del Proyecto Raquel, un ministerio que promueve la sanación y el perdón para quienes se arrepienten de un aborto, declaró entonces a Catholic News Service que la decisión del Papa no minimizaba la gravedad del aborto, sino que era una verdadera señal del amor y la misericordia de Dios.
"Para millones de mujeres, en el fondo de sus corazones, el aborto es un pecado imperdonable", declaró Thorn a CNS. El acto de misericordia papal les mostró que existía un camino hacia la sanación y el perdón.
En su primera entrevista importante como Papa, hablando con el padre jesuita Antonio Spadaro en 2013, dijo: "No podemos insistir solo en cuestiones relacionados con el aborto, el matrimonio gay y el uso de métodos anticonceptivos. Esto no es posible. No he hablado mucho sobre estos temas y fui reprendido por ello. Pero cuando hablamos de estos temas, debemos hacerlo en contexto. La enseñanza de la Iglesia, en realidad, es clara y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario hablar de estos temas todo el tiempo".
Sin embargo, a veces, cuando denunciaba el aborto, se le criticaba por su insensibilidad, sobre todo cuando lo describía, como solía hacer, como "contratar a un sicario para resolver un problema".
En su vuelo de regreso a Roma desde Bélgica en 2024, fue contundente: "El aborto es un asesinato".
"Se mata a un ser humano. Y los médicos que se prestan a esto son -- permíteme la palabra -- sicarios", continuó. "Son sicarios. Y esto no se puede discutir. Se mata una vida humana".
Pero el acto provida más controvertido del Papa Francisco fue su revisión en 2018 del Catecismo de la Iglesia Católica para afirmar que "la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona" y comprometer a la Iglesia a trabajar por su abolición en todo el mundo.
El párrafo 2267 del catecismo sobre la pena capital ya había sido actualizado por San Juan Pablo II en 1997 para reforzar su escepticismo sobre la necesidad de usar la pena de muerte en el mundo moderno y, en particular, para afirmar la importancia de proteger toda vida humana.
Al anunciar la revisión del Papa Francisco en 2018, el cardenal Luis Ladaria, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, declaró: "El nuevo texto, siguiendo los pasos de la enseñanza de Juan Pablo II en 'Evangelium vitae', afirma que la supresión de la vida de un criminal como castigo por un delito es inadmisible porque atenta contra la dignidad de la persona, dignidad que no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves".