(OSV News) -- Johnathan Silvino Hernández-José nació en Florida en 2002 en una familia profundamente católica y con unos padres que trabajaban largos turnos para poder darle lo necesario a él, su hermana y su hermano.
De su adolescencia recuerda que tuvo un momento de rebeldía en el que se alejó de la Iglesia. "A medida que crecía empecé a alejarme de la fe. Fue muy, muy difícil. Yo le perdí de vista --al Señor-- Él no me perdió de vista", dijo Hernández-José, quien actualmente vive en Fort Wayne, Indiana, y trabaja en la industria de la construcción.
"Estaba muy enfadado, muy molesto (…) fueron como cuatro años en los que no sonreí. Hay fotos mías con mi familia, pero nunca se me ve sonriendo", cuenta este joven en una entrevista con OSV News.
Para 2023, su vida cambiaría radicalmente gracias a su participación en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, Portugal, la que después de muchas excusas e intentos por no asistir, marcó el renacer de su fe. "Al final acabé yendo y sí, encontré la verdadera presencia de Cristo", aseguró Hernández-José, quien agregó que fue allí donde conoció la adoración eucarística.
Motivado por esta nueva fuerza del espíritu, se inscribió a último minuto como peregrino perpetuo para participar en la Peregrinación Eucarística Nacional. Fue elegido entre los jóvenes que se registraron y sirvió como uno de los ocho peregrinos perpetuos en la ruta de Santa Catalina Drexel de este año que salió el 18 de mayo de Indianápolis y culminó el 22 de junio en Los Ángeles, atravesando 10 estados y 20 diócesis.
En su experiencia como peregrino no solo fue testigo de la obra y de los frutos de la evangelización, sino que él mismo, literalmente paso a paso, descubrió el poder transformador que la presencia de Dios tiene en todos, incluso en los que no creen en Él.
"Conocí a un hombre que se unió a la procesión. No es católico y solo quería participar. Estaba al otro lado de la carretera siguiéndonos, fui a hablar con él y me contó que también estaba en su camino hacia la fe, que había empezado a leer la Biblia de nuevo. Me pareció precioso y entonces empecé a explicarle qué era la procesión y qué significaba todo aquello, por qué caminábamos con Jesús", relató Hernández-José, quien añadió que aquel hombre caminó junto a ellos tres de los nueve kilómetros de la peregrinación ese día.
"Cuando ves a la gente rezándole, puedes sentir... Sentí lo que Él sentía, el amor que Él tenía, la forma en que la gente rezaba, la forma en que cantaba, la forma en que la gente le alababa. Yo pensaba 'Señor, esto es tan bonito'", recordó Hernández-José aún emocionado por lo vivido aquellos días cuando caminaba con su grupo de peregrinos perpetuos llevando expuesto el Santísimo Sacramento.
"Yo podía cerrar los ojos e imaginarlo sonriendo y abrazando a todo el mundo. Yo estaba allí, sonriendo porque podía ver a Jesús abrazándolos también", afirmó.
Y es que ver tantas expresiones de fe fue algo que marcó su vida para siempre. "Cuando caminábamos o cuando pasaba un coche la gente nos tocaba la bocina, o la gente se arrodillaba, o empezaban a rezar y yo pensaba 'Señor, ellos lo saben, ellos saben quién eres'".
Para Hernández-José una de las lecciones que compartirá de aquí en adelante es que quienes sirven en la misión de evangelizar son quienes plantan la semilla. "Solo estás plantando las semillas (…) tenemos que sembrar el campo y eso es todo lo que vamos a hacer. Tengo un director espiritual que me dijo, 'deja que el Espíritu Santo haga el resto'".
"Soy tímido e introvertido, pero por lo que Dios ha puesto en mi corazón y por lo que Dios me ha enseñado, en el fondo, no lo soy", dijo Hernández-José. "Cuando hablo de Jesús me emociono y me apasiono mucho".
Para él, acompañar a Jesús en estos trayectos fue darle vida a esos versículos que hablan de cómo el pueblo lo seguía. "Me recordó mucho a la Biblia, cuando Pedro caminaba sobre el agua o cuando Jesús dormía en el barco y les dijo a todos que guardaran silencio --para luego calmar la tormenta-- fue muy bíblico todo lo que vi (…) la forma en que lo vi, la forma en que caminé y en que estuve allí con Él, la forma en que recé".
Durante aquellos días, la solemnidad estaba presente en la alegría de los momentos de alabanza y música de tambores y danzas, pero también en los momentos de silencio compartido cuando podían oírse los propios pasos.
"A veces estábamos sobre la grava y podías oírla, podías oír el crujido y a veces podías oler el incienso", dijo, "te dabas la vuelta y ves a alguien sonriéndote y entonces sentías que no querrías estar en ningún otro sitio que no fuera caminando con Él y caminando con su gente".